La vida me ha enseñado
A estar solo y disfrutarlo
Sentado en una silla furiosa
Esperando absolutamente nada
A veces cruzar el camino de tajo
Implica morir
Algunos corren con suerte
Y se vuelven santos desperdiciados
No nos importa ver
No nos importa creer
Perdemos la cabeza
Y encontramos consuelo
Mi vista se agota sentado aquí
En medio del dolor que se burla
Con una sonrisa inmensa
Y llena de colores,
Como la de un payaso.
Un hombre, que alegra la vida
a los demás
Por un precio médico
Y que absorbe todo lo
absurdo y obscuro
Que se vuelve un ser triste
Y lleno de rencor
A pesar de ser un redentor
Por treinta minutos
o una hora
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